Una mirada mas de cerca

10.1.18

El anonimato de conducir en la urbe





Siempre al conducir siento que la gente es más agresiva de lo necesario. Aceleran, cierran y agreden, muchas veces sin un motivo verdadero, llevan prisa por estar a tiempo en lugar que al final es irrelevante. los 10 minutos extras de antelación que pierden en los comerciales del cine o la fila de la dulcería. el tiempo que esperan en el cajero mientras el de adelante recuenta los sucesos clave de su vida.

Aceleres para cruzar el ámbar del semáforo y frenar de inmediato por el amontonamiento de autos a causa de un semáforo delantero. aceleras para contaminar más en menos tiempo o para salvar segundos que perderás dando likes después.

El Instituto de control vehicular debería impulsar una lucha enérgica contra el anonimato de los conductores, quienes, al saberse observado por el oficial de tránsito en una zona escolar, bajan la velocidad y se vuelven el ciudadano ejemplar, pero solo por unos segundos, pues apenas lo pasan, aceleran de nuevo.

uno como conductor no tiene mucho con que defenderse, tan solo paciencia y cuidarse de los otros; sé que soy un mal conductor, y lo tengo en claro. así que trato de ser precavido pues tengo el doble de posibilidades de tener un percance. al final del día, en la fila de la vuelta, solo me queda ver la placa del auto delantero y no saber nada de quien se mete de pronto o quien da vuelta en doble fila sin avisar nada.

En cambio, si hubiera algún modo de saber que la persona que va delante tuyo es x´s persona que hace tal o cual labor humanitaria cambiaría las cosas, incluso si estuviera por ahí conduciendo y sé que alguien puede saber de mi me daría pena ser el conductor que soy, trataría de ser el conductor ejemplar, el que respeta los pasos peatonales, la velocidad máxima y los altos.

Si tan solo existiera alguna manera de evaluar la experiencia de interacción entre conductores



 oh god.

Viajes astrales en tiendas departamentales.




Me encontré extraviado en un liverpool cercano a casa, buscando una fragancia sin sentido, recorriendo los aparadores y las islas de toda la sección; el olfato no es opción en este momento y sigo sin encontrar la ubicación de mi meta. así que, rendido a semejante maratón de distracciones, resignado me le acerco a la demostradora y preguntó por la fragancia en cuestión. Sin inmutarse voltea con la vista al horizonte e indica con la mano la dirección de dónde vengo, mientras "agrega está ahí"

Regreso en la misma dirección y trato nuevamente en una segunda ronda de encontrar el perfume. sigo examinando más de cerca los estantes y sigo sin encontrarlo, me siento optimista, cercano a mi destino, pero aún, nomás no aparece.

Le pregunto nuevamente a la señorita, y señala con la calma anterior nuevamente y agrega incluso en cual repisa se encuentra, me da referencias de los artículos aledaños; tanta descripción me abruma. hago un nuevo intento. decidido a salir victorioso, sigo buscando en los entrepaños que me dijo, incluso entre los artículos que mencionó.

No lo encuentro.

Otra empleada que pasaba por el lugar ve mi frustración, me pregunta amablemente que si puede ayudarme en algo. le cuento lo sucedido, y enseguida me responde, que no es culpa mía el no encontrar lo que buscaba, no es falta de destreza ni error de la empleada; lo sucedió es que la capacidad de esa empleada es tal, que suele tener experiencias extra corporales. así que probablemente me indicaba los estantes en alguna otra sucursal del país o con algo de mala suerte un lugar en el tiempo espacio que se encuentra fuera de mi línea.

Me resigno.

La alternativa que recibo es hacer un nuevo pedido.


Salgo confundido pero contento.


Tráfico




Tráfico en cada maldita calle de esta ciudad; -me pregunto a dónde migrará el tráfico vehicular durante las madrugadas o las mañanas frescas- mientras los semáforos sincronizados marcan una sinfonía de luz.

las calles en hora pico se vuelven una orgía de decepciones que lentamente diluye el semblante de cualquiera con una hora en mente. cuál es la puta necesidad de ir rápido a todos lados.

Muerte a los cronistas y a las constantes líneas que suelen trazar, pues no dicen nada acerca de mi vida y constante conflicto entre vivir al día, tratar de sobrevivir a la contaminación absurda de la urbe, y los carentes sistemas representativos. ignoran a quienes despiertan entre las calles sin tener un rumbo definido, un resguardo del tiempo, algo.


Lo único relevante de tratar, es cómo se ven envueltos con quienes los ignoran; así, finalmente formamos un ciclo constante de ignorancia, pero no de la que habla desde el desconocimiento, más bien la que surge de omitir intencionalmente.