Es un sábado nublado y gris. La lluvia cae con pereza sobre
el frio de las calles. El frio me ha cristalizado los ojos, no es que tenga algún
sentimiento triste que no quiera compartir. Y de ser así podría decirlo
mientras salgo a dar un paseo por lugares que me gusta recorrer cuando estoy triste.
De ahora en adelante créeme que no me siento triste, tal vez me sienta melancólico,
pero no hay nada que pueda hacer. Siento como poco a poco me voy consumiendo. Me
voy menguando, hasta que pronto no quede ningún sentimiento en mí. Es como esa
etapa de desintoxicación.
Otra noche que no encuentro mi voz. La perdí en alguna parte
en mi transcurso a casa. Probablemente la olvide en el camión, en un asiento de
los que están pegados a la ventana. Pues siempre me gusta sentarme ahí para ver
cualquier cosa que no me haga recordar a donde voy. Y ahora cuando nos veamos
por casualidad no me creerás que no tenga voz para saludarte. Lo mismo pasó con
ese gesto de amabilidad que alguna vez te mostré. Cuando me decidí a volver
sobre mis pasos a buscar recordé que ya no es necesario, pues ya no me interesa.
Es el tipo de cosas que quiero decir. Cuando no hay nadie
cerca, pues así no me siento culpable del tono de mi voz.
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