Es el arroyo cariño, lo que ha estado pasando todo este tiempo; es el arroyo que nos arrulla, nos arremete contra las
paredes del espacio delimitado entre situaciones ordinarias. Es un arroyo
breve, pero con alcances bien definidos.
De pronto nos toma por sorpresa, nos vuelca y nos regresa al final del camino,
que es justo donde comenzamos, pues siempre hacemos las cosas al revés. El sexo,
la despedida, el sexo, el amor, el cortejo, el hola y el quien sabe. Es el
brinco de una idea que surge a contra corriente, que nos da un golpeteo
constante mientras nos resistimos. Es el tintineo de las miradas, que no furula,
que nos mantiene anclados y constantes.
Anoche recién tuve un momento de
genialidad, un momento clave para entender lo que está sucediendo en mi vida;
como siempre, el sueño acecha, sobre todo si has buscado dormir por un buen
tiempo. El dilema es claro, he elegido el seguir soñando y no levantarme
siquiera a tomar nota. A consecuencia de lo que puedes creer –tú, siempre tú-
el trabajo relacionado con las figuras de cera, es mucho más complejo de lo que
parece, a momentos uno tiene la idea de tener amigos, alguien que está ahí, pero
realmente es mera ilusión. Es como la red social de los trabajos.
Cuando surgieron y se hicieron públicos,
no me sentí solo nunca más. Porque sabía que estaban ellos y hacían cosas y eso
me agradaba. No eran el futuro de la poesía regiomontana, pero estaban tratando
de encontrar su lugar en este rancho. Pero toda mi esperanza termino un miércoles;
mientras un tipo de aspecto raulesco leía con un hotdog en la boca. Sentí nauseas,
y me sentí solo de nuevo. Son solo unos
niños, unos niños jugando a ser poetas, diciéndose poetas, por no dejar morir
del todo sus sueños, para que la realidad se hiciera más digerible, para que la
boutique no se lleve de un bocado tu espíritu libre, que de libre lo único que
le queda es el salario mínimo. Es el vagar entre cervezas, con el Bukowski en
la boca, en la mente, en las majaderías constantes para con los transeúntes. El
sentir la necesidad de pelear, pero más que internamente, el buscar la
violencia y el pleito para con los demás, sin una idea estricta, sin un por
que, sin un Hemingway. Y al final, lo único que importa, es el pasar el tiempo,
es cuando del todo la vida se vuelve un crucigrama.
¿Realmente no tienes idea de lo que estoy hablando, cierto?
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