Sigue transcurriendo el tiempo y
tan solo conoce una dirección que a estas alturas resulta obvia; por mi parte
sigo tropezando y disculpándome con cada poste de luz que encuentro de camino a
casa. el único consuelo que tengo es el saber que en algún punto de todo el
desastre me encontrare en el punto nemo donde se supone debo estar bebiendo
café y esperando a que suceda algo; también voy a tener la certeza que es ahí
donde quiero estar y no en la fila de alguna película de mucho presupuesto y
gran expectativa. con el teléfono timbrando, con el pendiente de saberte
perdida o tarde; o peor aún, no perdida y no tarde.
Siempre me puede, que la gente va
cargando unos miedos bien absurdos, aunque que puedo juzgarles yo, si mis
miedos son igual de absurdos para ellos; por ejemplo: algunos tienen el miedo
de estar desahuciados, de no tener hogar o regreso seguro, ni tierra para hacer
sombra. mis miedos son más tontos desde la perspectiva ajena, mi miedo en específico
va un poquito más lejos de la muerte y no me refiero a que sigue después de la
muerte, si seré feliz o tendré que preocuparme por hacer fila al llegar. mi
miedo concreto es el no morir, porque peor que la muerte es el desastre a su
alrededor; como recoger después de las fiestas interminables y el desastre
horrible, los pisos sucios y los baños asquerosos; mi miedo es que al morir, no
me muera del todo y siga aquí coexistiendo, no como un zombie, sino más bien
como un vegetal que se aferra inconscientemente a seguir aquí, no ser nada más
que un saco de patatas que esta ala espera y la espera nunca sucede y sigues aquí
atorado entre cables y gente.
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