Todo fue tan repentino, como la
lluvia que nos sorprendió en la plaza; las parejas alrededor se ocultaban en
sus autos mientras nosotros irremediables idiotas bailábamos el vals de los
enamorados entre jaloneos y risas. el optimismo inerte ante las hojas y su nula
protección fueron el antigripal por excelencia. el regreso lento y con la calma
de un domingo, el apartamento solo, con los silencios como sombras y las
sombras como el oasis de todo el vaivén de autos; entre la cocina y tu dan-sazón
que alegraba las meriendas y los desayunos, aunque fuera solo un triste par de
cigarrillos y el café más negro que el futuro.
24.6.14
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1 comentario:
Yo tengo un futuro más negro que ese café del que hablas.
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Por un momento piénsatelo bien.