Como siempre, se llega la tarde y
la oficina se queda muy en silencio; el sol entra con algo de intensidad muy
incongruente para la hora. no puedo evitar ahogarme de poco apoco con la ola constante
que me llega a momentos; permanece calma
cuando el ruido está merodeando, pero al caer la tarde y quedar completamente
solo, se presenta de poco en poco.
Todo se vuelve una rutina estúpida
de jalones y escondites. las calles son bien angostas en este punto, las cosas
son inexistentes y desde cualquier punto de la ciudad la vista es casi
perfecta
entonces, despiertas un domingo y
te das cuenta que todo es un vacío y que el domingo es el mal necesario, es
necesario saber que tan vacío se puede llegar a vivir, para poder irse
completando con lo que acontece en los días, y este reset dominical es
necesario para no detenerse nunca. a menos claro, que lo que uno busque sea
detenerse, y es en específico en cuanto se escucha el mar y las olas, que podrían
parecer un sonido conjunto, peor el mar es intrigantemente clamo y feroz, y las
olas son el quiebre de todo, de la psique, la civilización, las filas en el
supermercado, los procesos obsoletos ante cajeros dañados, los formatos
tributarios y la inercia estúpida llamada rutina
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