"Siempre me encuentro con gente que no quiero ver"
Todo siempre tiene la pinta de que la ciudad es tan pequeña,
tan contenida por sus reglas autoimpuestas, tan hermosamente mensurable. El
invierno lo único que provoca es que tengamos una claridad idiota, una claridad
que nos da un respiro.
La claridad es la calma, el segundo aire antes de la
siguiente tanda de golpes en la boca del estómago. Pero esto (y me refiero a la
calma) tienen unos destellos que atrapan, tiene la reminiscencia de olores, los
colores vibrantes y las plazas vacías.
Al final, la claridad es completamente necesaria para volver
donde casa, donde se duerme, donde se niega esa claridad para pretender que se
descansa.
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