El paso lento, la marcha
invariable que se adentra en las calles sobrevivientes durante una multitud de
temperaturas. Dar la vuelta en la esquina adecuada puede significarlo todo, la gabardina detrás de tu espalda que intenta escapar. La formas sinuosas ocultas
entre el ver y la soledad, el paso firme se mantiene, avanzando distancias
breves en tu dirección. El choque inminente; querida solo hay una dirección, la
vida nos va a devorar. No dejará rastro alguno de nuestro pesar, ni los dilemas
absolutos, ni que profesar. Todos alrededor parecen no comprender los ciclos de
nuestro oleaje. Somos una balsa errante en este mar de desconocidos.
Esta parte de la ciudad ha
perdido el encanto con el paso de los años, pero justo has traído un nuevo
aspecto, incluso podría considerarlo una ciudad completamente desconocida, las
luces se encienden a cada paso, hay una vida nocturna que se mantiene sorteando
de bar en bar; pero querida, aunque todo parece tener una pinta diferente, la
situación sigue siendo la misma: yo sigo en este café esperando que por mera
casualidad aparezcas entre los peatones, que pongas una pausa a todas estas
conversaciones ajenas y que por un momento todo carezca de sentido; por tú
parte, sigues en algún espacio que todavía me sigue siendo desconocido,
sorteando las mareas de trabajo y lidiando con la misoginia que implica.
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