Me agradan los momentos en los
que sonríes secretamente y nadie más lo puede notar. Los espacios breves de
confusión, los traslados inusuales y como las luces frías iluminan tu
rostro. Ese momento final donde no hay vuelta atrás y de pronto me siento
un poco perdido, pero es bueno perderse a momentos para poder regresar o
incluso llegar a nuevos lugares.
Me gusta cuando estamos tan cerca
que incluso puedo notar tu gesto sonrisa, los movimientos de tu cara mientras
vas despertando de lo que ha venido siendo una rutina absurda llamada semana,
aunque sé que no es una rutina como tal, es más bien un conglomerado de
peticiones que van calando como rutina, pero no es una rutina. Las rutinas
matan y duelen y secuestran ideales de 10 a 7, mientras que lo que nosotros
tenemos no nos exige tales condiciones, nos mantiene en movimiento como
observando con detalle lo que sucede y nos da el espacio para salir de golpe en
el momento oportuno.
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