Quiero sentir la distancia que existe entre nuestros
cuerpos. Unas horas, unos días, no hay diferencia cuando se trata de ti. Los
pasos entre los transeúntes suelen ser lentos, voy como arrastrando toda mi
existencia, cada agonía se va alargando mientras no estás aquí. Efímera como
las estrellas, apareces entre tantos rostros desconocidos, unas calles, unos
pasos y nunca habíamos estado tan cerca el uno del otro. Sigue existiendo el
riesgo inminente de caer el uno en el otro, pero es un riesgo con el que nos
gusta vivir. La ciudad se consume en nuestra armonía, se pierde un poco y los
ruidos terminan ahogados.
Sé que a momentos puedes terminar ausente, perdida de lo que
estamos viviendo; los brazos que me rodean parecen de un mundo ajeno,
reaccionas de manera mecánica, y sé qué no es intencional, es una respuesta mientras todo se mantiene en su lugar.
Cuantas veces he caminado esas banquetas, al cobijo de la
sombra del árbol, ahogado en el ruido de
los vehículos, mientras todo termina, das la vuelta y suavemente escapas.
No hay más en lo cual perderse, no hay un más allá después
de tu cuerpo acercándose, las limitantes, las sonrisas, todo termina aquí.
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