Toda esta semana y la semana
pasada han sido semanas que no se la
termina de llevar la verga; digo eso con algo de optimismo, con la idea de un
lunes apenas terminando y los perros aullando. He tenido unos momentos llenos
de ansiedad entre las horas diferidas y el desfase entre el plano emocional y físico.
Con las letras a cuentagotas y
respuestas monosilábicas nos estamos esfumando sin darnos cuenta del todo.
Tú con la mente llena de viajes y
aventura, -digo esto no con la finalidad de excluirme de esas metas, pues son
metas afines, solo el modus operandi es distinto- tomando las decisiones que se
supone debes tomar, con autonomía, pero luego al momento de todo, esa autonomía
se vuelve compartida y me crees participe, querida si no te has dado cuenta, en
este momento solo puedo ser un espectador, una especie de voyerista expectante,
quien aguarda los cálidos minutos de tu atención, esos en los que a mitad de la
rutina uno cae en cuenta que la cortina está abierta y confirma con el
encuentro de miradas el acuerdo implícito.
Ya solo nos queda un correr de
los días, una cuenta tras otra y cuando termine, ¿cuál será la nueva cuenta por
recorrer?
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