Dentro de la sincronía extraña y
de momentos en los cuales deambulamos, encontramos un vaivén de rimas que nos
golpean, como la pizza y la cerveza, los escalones y las luces tenues, las tardes
y los ruidos ambientales; aunque hay rimas no fonéticas como cuando nos
recostamos y no nos vemos, o como cuando estamos hablando a momentos entre el
cúmulo de tareas diarias.
Hay un sentido de simultaneidad
en lo que va ocurriendo, que confiere una especie de niebla que aparta lo
cotidiano. De pronto solo hay cosas nuevas, no rutinas mortales, ni
repeticiones incrustadas, la ciudad se dignifica ante los pasos perdidos entre
el asfalto y los edificios parecen un lugar ajeno, fuera del contexto.
Siempre el sonido tenue de la
manos encontrándose, las miradas difuminando los bordes de lo conocido hasta
llegar a los puntos de fuga; confiando en la falla de los sentidos, pues la incertidumbre
involucra cierta belleza más allá de lo previsto.
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