Lo primero es despertar, brincar
de golpe como quien tiene la premura de una bomba a punto de derribarlo todo y de cierto modo es así, pues la alarma
suele atentar contra el mundo onírico. Luego le sigue el regreso, la pelea
térmica entre el cuerpo y el ambiente; con la precisión de relojero poner
el cuerpo en su lugar justo y como estaba antes de los sucedido.
De pronto es tarde de nuevo y el
atentado ha sucedido y el sueño se colapsa, no queda más que salir a buscar el
futuro, cuál asno con la vara y la zanahoria, en donde uno es el asno y el
presente y el futuro es la zanahoria que nunca llega. El pasado es el lomo en
cual se apoya la vara dónde el futuro. Entonces de cierta manera es válido
decir que el presente es cargar con el pasado para tratar de alcanzar el
futuro, o podemos decir que somos unos asnos por pensar y querer llegar a un
futuro determinado.
El futuro está aquí, en todos
lados, en lo que nos rodea. Justo ahora es el futuro, cada segundo lo es, la
luz llega ante nosotros más rápido de lo que podemos determinar si las cosas se
encuentran ahí. El futuro está en nuestros ojos, en lo que percibimos antes de
confirmarlo y que después conscientemente llamamos presente en el absurdo de la
rutina diaria.
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